Entre las Comunidades Autónomas o Provincias españolas, en lo que se refiere a la talla en madera, es probablemente Asturias, una de las regiones donde se concentra el mayor número de artesanos tradicionales de la madera.

Esta inclinación natural, reside posiblemente en los arcanos de una población que, aprovechando esta materia prima que le brindaba la Naturaleza, la utilizó de una manera constante para la fabricación de la casi totalidad de utensilios domésticos, herramientas y aperos de primera necesidad.

Desde tiempos remotos se conoce la realización de extraordinarias obras e ingenios de madera como son los mazos hidráulicos, molinos, norias, e incontables aperos de la agricultura, sin olvidar la construcción de la obra más representativa de la región, los hórreos.

Al igual que en otras regiones montañosas, como los Alpes, Pirineos, etc. la accidentada orografía y una climatología rigurosa, que en otros tiempos provocaba un largo aislamiento invernal, obligaba a los habitantes a reducir sus labores agrícolas, cuyo resultante era una inactividad temporal.

La perspectiva de un tiempo libre, provocado por la intemperie y favorecidos por la infinidad de especies de árboles, arbustos y raíces que crecen en Asturias, incitaron a sus habitantes, cono pasatiempo, a fabricar y decorar objetos y utensilios de uso corriente, con las pocas herramientas de que disponían, el cuchillo, la navaja y algún chisme cortante improvisado.

Trubiecu o cuna. Copia del original existente en la colección etnográfica del Museo Arqueológico de Asturias.

Se realizan y se decoran con tallas infinidad de utensilios y objetos de uso doméstico, como cucharas, saleros, marcas de pan, moldes para la mantequilla, bastones y otros, siempre adornados con incisiones y tallas de bisel.

La decoración más simple fue evolucionando hacia formas geométricas, entre las que se encuentran trazados de la manera más primitiva y otras, con la alternancia de diferentes motivos, consiguen composiciones de gran belleza decorativa.

Es curioso constatar la uniformidad de la decoración entre las zonas oriental, central y el occidente de Asturias, a pesar de la relativa distancia que las separa, aparentemente, sólo un estudio de las características de estas piezas y su ornamentación podrían marcar los detalles de alguna diferencia significativa.

En un recorrido por toda la geografía asturiana, de visita por villas y pequeños pueblos, se percibe claramente esta tendencia de sus habitantes por el trabajo de la madera.

Comercios de Artesanía, exposiciones y ferias, son un claro exponente de la enorme y variada producción de mobiliario, utensilios y objetos tradicionales decorados con tallas, como las populares madreñas, además de instrumentos de percusión como las castañuelas y otros, elaborados por artesanos, en una grandísima mayoría autodidactas y procedentes del medio rural.

En cada una de estas piezas, se muestra la más pura expresión de una cultura popular en la cual parecen reflejarse, como una memoria patrimonial y recóndita, una acumulación de épocas pasadas, sin rasgos aparentes de modernidad, conservando ese tinte de antigüedad, que recuerdan los estilos Prerrománico y Románico, como una remembranza atávica que perdura en el tiempo.

Los motivos ornamentales más diversos, son tratados según el el parecer y la visión estética de cada uno. Documentos antiguos, libros, fotografías, recuerdos y un alto grado de imaginación, forman parte de un encantador conglomerado de ideas que, aunque a menudo sea una mezcla anacrónica de los diferentes estilos de la ornamentación, conserva en su conjunto la ingenuidad y la espontaneidad del arte popular más genuino. Son sus señas de identidad.

Merecen un capítulo aparte las míticas construcciones, ejemplo de la arquitectura rural asturiana: los hórreos, los cuales, desde su primitiva aparición, son una de las mejores muestras de la utilización de la madera.

Estos típicos graneros, en su aparente rusticidad, son el mejor exponente del ingenio popular y de la habilidad de sus carpinteros.

Estas construcciones, empiezan a decorarse con motivos que se podrían relacionar con símbolos paganos, como el radial solar, estrellas, lunas y composiciones geométricas, combinados con distintivos religiosos, que pudieran tener como significado la invocación de la protección de bienes y cosechas. Obras del famoso constructor Iriarte¹, en el Concejo de Allande, Asturias, son representativas de su gran calidad artística.

Estas tallas y sus trazados, por su perfección, están en franca contradicción con el resto de la artesanía rural; cada una de estas obras, al menos en sus ornamentos, dan fe de una gran maestría, fruto de una larga formación previa, la cual, paradójicamente, pasa inadvertida para el resto de los artesanos de la madera, cuyas técnicas de trabajo son muy diferentes, así como son diferentes también sus herramientas y el resultado de sus obras.

Su creatividad suele ser el resultado de una idea que surge espontáneamente en la mente del artesano. Contrariamente a un proyecto estudiado anticipadamente, la obra no impone la materia soporte, sino más bien es esta la que inspira y dicta sus futuras formas y volúmenes.

La Artesanía popular nace de estas diferencias.

Partiendo de los años 80, la Administración Autonómica promulgó por medio de diferentes programas, la promoción y recuperación de las diversas actividades artesanas y antiguos oficios en regresión, entre los que se encuentra la talla en madera.

Estas iniciativas, fueron de un indudable interés didáctico en sus principios, si bien, la conservación y mantenimiento de estas obras tan personales y variadas, quedaron sumidas en el olvido, en detrimento de una enseñanza, que, aunque respetuosa de ciertas tradiciones coartó en cierta manera la libertad de creación.

Dentro del ámbito rural, si algo fuera preciso enseñar en materia de talla en madera, sólo la parte técnica de una formación debería ser impartida, separándola en todos los casos, de las influencias a las que pudiera inducir la formación, ofreciendo siempre una absoluta libertad y campo libre hacia las posibles iniciativas personales.

Será tarea de la Administración y de todas las entidades regionales así como de cualquier ente vinculada al Arte Popular en general, el considerar como prioridad constante, seguir respondiendo positivamente a exigencias que concurran a la conservación de este patrimonio cultural, lo que ayudará a proteger su expresión y creatividad.

Merece, en fin, una especial mención, la gran obra de recopilación y conservación de esta riqueza artesanal, emprendida por los diferentes Museos Etnográficos de la región, dando fe de su variedad y calidad en el tiempo.

Mientras que la población rural se mantenga y conserve estas tradiciones, la artesanía de la madera, como otras, seguirá siendo un referente del ingenio y de la habilidad de sus habitantes.

“Con este signo es protegido el hombre piadoso y vencido el enemigo”. Inscripción latina en la Cruz de la Victoria, siglos IX-X. Asturias.

1. Gabriel Ignacio de Iriarte (1764-1827). Constructor y tallista de paneras y hórreos de origen vasco, afincado en el concejo de Allande.